Vivo en un barrio. Esto es nuevo, semi-nuevo. Tengo un año
viviendo en el barrio.
Antes vivía en todo lo opuesto, vivía en eso que los gringos
llaman suburbios, ya saben tartas de frutas enfriándose en la ventana y niños
jugando en los jardines. Porque donde yo vivía había jardines, creo que en el
barrio no los conocen.
Hay algunas macetas, que cumplen a su vez la función de
baños públicos, y en las plazas hay flores, muy lindas eso sí. Pero jardín
jardín no. O por lo menos yo no he visto uno. Que tampoco es como que vaya
entrando a todas las casas de la cuadra. Pero no creo porque en el barrio los
perros viven las azoteas, y si fuera perro y pudiera escoger entre un jardín o
una azotea la tendría clarísima. Así que como conclusión en el barrio no hay
jardines. Pero tampoco hacen mucha falta.
No hacen falta porque hay calles, sí ya sé que hay calles en
todos lados, pero en el barrio las calles están vivas. Y lo mismo son punto de reunión,
salón de fiestas o extensión del patio de tu casa o del bar.
Antes de seguir tengo que establecer una cosa obvia, yo en
el barrio soy foránea, veo desde afuera lo que vivo desde adentro, todavía no
sé cuándo las calles por las que pasas se convierten en verbena popular, ni
porque hoy hay más gente en el atrio de la iglesia, o porque hay concheros un martes.
Pero lo peor es que tampoco sé de dónde obtener esa información.
Aunque debo confesar que he ido aprendiendo, ya sé en dónde
se compran las verduras y cuál es la mejor panadería, y también aprendí que el
zapatero que nunca cierra a veces si cierra.
Pero esa es otra historia.
Y no me malinterpreten, mi barrio es precioso.
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